lunes, 28 de mayo de 2012

Una Aventura Jurdana



Último domingo del mes de abril y pese a un invierno seco y falto de lluvias, ésta vez se cumple el refrán de “en Abril aguas mil”.

Lleva dos o tres días lloviendo, el descenso de las temperaturas nos recuerda que el calor y los días soleados de primavera deben esperar. Pero en BTT Xálima teníamos planeado realizar la Ruta de Alfonso XIII en la comarca vecina de las Hurdes y como cualquier domingo del año, nunca hay excusa suficiente para deshacer lo que está acordado.
El sábado por la mañana llego a las Hurdes y no hago más que mirar al cielo, la lluvia era  incesante y a lo largo del día no paró de llover, las montañas que normalmente diviso desde la casa de mis suegros están envueltas en penumbra, tapadas por unas nubes negras que no hacen señales de desaparecer, el pronóstico meteorológico aún asusta más, el telediario muestra el mapa de España cubierto de nubes con agua y tormentas. Enciendo el ordenador para mirar el tiempo por localidades y cotillear el facebook de paso, me encuentro muchas contradicciones que me llaman la atención: Probabilidades de lluvia 100% y Rubén BTT añadiendo nuevos trazados a la ruta programada.

Me asomo a la ventana, ya ha anochecido y la lluvia aprieta con fuerzas, estaba seguro según lo que había visto que Rubén y Alberto bajarían de Salamanca, al igual que confiaba que Miguel “Hurdano “tampoco faltaría a la cita, pero quería saber cuántos compañeros más vendrían al día siguiente para preparar en casa comida al finalizar la ruta, porque todo apuntaba a que se haría dura. Llamo a Antonio BTT para ver cómo está el tiempo por allí y ver sus planes; me dice que en Montehermoso está diluviando pero sus palabras me dejan ver que no hay motivos para suspender la ruta, no me sorprende verle animado ya nos conocemos.

Acto seguido llamo a Serra a ver cuántos vendrán de Moraleja, son las 23horas pasadas y me dice el colega que va montado en la bici, con una mano conduciendo, con la otra lleva el paraguas y entre el hombro y la oreja el teléfono, ahí está preparándose para mañana, me dice que ha quedado con Miguel y que no sabe si se presentará alguien más…
A Rubén no hace falta llamarlo, él sigue añadiendo trazados de colores en el mapa de la ruta prevista, es incombustible.
Me fui a acostar con la certeza de que al día siguiente íbamos a vivir una buena aventura de BTT. Durante la noche la lluvia no paró, pero a la mañana siguiente yendo de Vegas de Coria a Nuñomoral, que era dónde habíamos quedado, no calló una gota de lluvia; un halo de esperanza recorrió mi mente durante unos minutos llegué a pensar que el cielo daría un respiro pero fue en vano.

 
Al llegar a Nuñomoral me encontré con Antonio, ya había bajado la bici del coche y se refugiaba de la lluvia bajo un minúsculo balcón, bajo mi bici y me pongo a su lado, después de los saludos lo primero que comentamos es que tendríamos que hacer lo que estaba previsto y dejarnos en paz de los nuevos trazados de Rubén, “Ahora cuando llegue se lo decimos…” , a los pocos minutos llegan Miguel y Serra, saludos correspondientes y vuelve a salir el tema de los añadidos de Rubén a la ruta: “Muchos colores ha marcado en el mapa”…,”yo creo que Rubén no sabe dónde nos vamos a meter” ,etc.
Por fin llega el “Maestro Rutero” y Biciman Madruga, que ésta vez no hizo honor a su apellido y no madrugó suficiente. Preparamos todos nuestros enseres, nos retrasamos un poco entre ajustes y más justes, pero allí estábamos los seis y nuestra amiga la lluvia desde primera hora. Foto de rigor y comenzamos nuestra particular aventura.
Los primeros kilómetros transcurren por una pista forestal ancha con una subida prolongada para entrar en calor, no dejamos de subir durante muchos minutos pero la temperatura era buena y las lluvia nos dio un pequeño respiro, nos paramos a quitarnos los chubasqueros y comer algo, después seguimos subiendo y subiendo mientras charlábamos sobre un tema interesante de cómo trazar senderos en bosques salvajes (Los que estábamos allí seguro que esbozaremos una sonrisa al leer esto). No tardamos mucho en volver a enfundarnos el chubasquero para no deshacernos de él en toda la mañana.

Tras unos kilómetros de subida llegamos a un mirador desde el que poco se divisaba, las nubes estaban agarradas a la tierra, aunque estando allí fueron un poco generosas y nos dejaron ver algo del encanto de la zona donde estábamos inmersos, rápidamente recobramos nuestro recorrido por que nos quedábamos fríos, la lluvia no era muy intensa pero tampoco desaparecía del todo.
En éste punto del recorrido es cuando empezó la verdadera esencia del día, tomamos la Senda de Alfonso XIII descendiendo hasta el Robledo y Casares de las Hurdes, una auténtica joya natural de sendero ,que muestra la lucha entre el hombre y la tierra de ésta comarca  hurdana, lucha por convivir en armonía, por buscar beneficio mutuo, aunque en ésta zona con medios ancestrales y poco avanzados, pocas modificaciones se pueden hacer en un terreno bravío y harto complicado, el hombre en las Hurdes ha tenido que luchar contra el desnivel del terreno construyendo bancales donde poder plantar algo para llevarse a la boca, y lo ha tenido que realizar con sus propios medios, sin máquinas, a golpe de sudor y de esfuerzo, con constancia y por necesidad ,en una época anterior donde la palabra crisis no se conocía.

Hoy las cosas han cambiado y el paisaje sigue marcado por el trazo que dibujó el hurdano sobre su tierra, conservando una belleza incomparable, donde la mejor manera de apreciarla es sumergiéndote dentro, tan dentro como estaban nuestras bicicletas en ese momento, descendiendo por el estrecho sendero de pizarras resbaladizas que amenazaban con lanzarlos hacia el precipicio, con filos cortantes para nuestros neumáticos, con un zigzagueante recorrido no apto para principiantes, donde tuvimos que exprimir nuestra técnica adquirida a lo largo de los años ;aunque agua y terreno jugaran en nuestra contra, pero el paisaje merecía la pena, la euforia recorría nuestras venas y no íbamos a dejar que la meteorología fastidiara nuestro día.

En las fotografías subidas por Rubén y Antonio se puede apreciar la dureza en los rostros de los allí presentes, hemos tenido que apretar los dientes, que poner pié a tierra en algún que otro tramo, que sufrir un poquito, pero sobre todo; hemos recargado nuestro  particular almacén de autoestima y de satisfacción propia.
El tiempo pasaba rápido y seguíamos luchando por los angostos senderos en pleno corazón hurdano que palpitaba a la vez que el nuestro, habíamos quedado para comer dentro de un par de horas, estábamos calados hasta los dientes y llegábamos a los “trazados de colorines” de Rubén… ¿Cómo actuábamos?, ¿Hacíamos caso a la cordura o desafiábamos al “Maestro rutero”?, sus pensamientos estaban centrados en llegar al chorro de la Miancera por primera vez, nunca había estado y ¿Qué mejor momento para visitarlo? Agua no iba a faltar. Alguno que otro proponía dejarlo para otra ocasión, pero yo sabía que era por el compromiso adquirido con mis suegros pero  todos compartíamos el mismo deseo, se apreciaba en sus caras tan claro como el agua que les resbalaba.


 Las historias inacabadas no son para nuestro grupo y yo tampoco quería que ésta aventura acabara, estaba disfrutando como pocas veces, me sentía fuerte, apasionado, llevaba mucho tiempo esperando pedalear con mis compañeros por ésta comarca que me atrae como pocas, quien se enamora de una “Jurdana de pura cepa”, como fue mi caso, se enamora también de su tierra y de sus costumbres. Así que hablo con Rubén a escondidas y decidimos seguir el track previsto, no podía ser menos, al igual que en otras rutas exigentes realizadas por el grupo como la Gaturdana , se siguió palmo a palmo el recorrido marcado, aquí había que hacer lo mismo. Algunos de los que estábamos en ésta ruta no estuvimos en la Gaturdana y algunos de los que estuvieron en aquella ruta o en otras “Panaeras” no estaban aquí presentes, pero el éxito de la convivencia y el buen ambiente de BTT Xálima se centra en el grupo y como grupo somos la Leche.

Nos desviamos siguiendo el GPS por un olivar abandonado, alguna vez dudé que aquel camino de cabras tuviera salida a la civilización, pero la tecnología en este tipo de rutas cubre un importante papel. Atravesar tanta maleza suele acarrear malas consecuencias y ésta vez la mala suerte se cebó con la bici de Alberto, una rama se atravesó y le dejo el cambio trasero hecho un “ocho”, la única manera de solucionarlo era cortar la cadena y dejar solo un plato y un piñón funcionando, y como es de suponer el terreno por el que íbamos requería mucho juego de marchas.
Hay que agradecer la generosidad de Alberto que nos impulsó a que siguiéramos hacia el Chorro del Gasco, que él haría el apaño oportuno a su máquina y saldría a la carretera dirección Nuñomoral, por suerte el pueblo no estaba muy lejos y por eso decidimos continuar sin él, por primera vez dejábamos a un compañero sólo en mitad del bosque.
Entonces ya nuestro propósito firme consistía en llegar al Chorro del Gasco cuanto antes , había que buscar la manera de ganar tiempo, tuvimos que recurrir a la carretera como vía rápida, aunque Rubén seguía mirando a los senderos y explicándonos en todo momento por dónde iban, decidido éste hombre en otra época anterior debió ser un “Macho cabrío”, pero tuvimos que ignorarle ésta vez.


Fue entonces cuando comenzó a llover como si nunca lo hubiera hecho, como si tiraran agua por un botijo, y nosotros allí sin dar marcha atrás, sin pensar en retroceder  los pocos kilómetros que nos separaban del coche y dar por finalizada la ruta. Había que llegar al Gasco, al chorro de la Miancera y por supuesto, sacar la foto para el recuerdo. A medida que atravesábamos las pequeñas alquerías de fragosa o Martilandrán la gente nos miraba extrañada, como si estuviéramos locos y sin duda algo de razón llevaban con la que estaba cayendo.
Al llegar al Gasco descendimos por unas escaleras y nos dispusimos a seguir el bello sendero que conducía a nuestra ansiada meta, no sin antes luchar con las rocas mojadas, las adversidades del terreno y la lluvia intensa. Recuerdo que llevábamos los labios salados por el sudor que escurría de nuestras cabezas, todos llevábamos esa sensación, se notaba como escurría el sudor caliente por la cara helada, el último tramo se antojaba imposible para seguir con las bicis cargadas a cuestas, optamos por dejarlas allí y terminar a pié, e incluso a pié se hizo costoso, parecía que estábamos perdidos en el culo del mundo y se avecinaba el diluvio universal.

Al final y aunque parezca un tópico el esfuerzo obtuvo su recompensa, la cascada de agua se presentó ante nuestros ojos majestuosa, rebosante, nos sentíamos enanos ante tanta grandeza, éramos minúsculos ante el Chorro del Gasco, el sonido del agua era espectacular y nuestras caras no podían expresar mejor la alegría, en concreto la de Rubén, era todo un poema.
En estos momentos es cuando valoras de verdad a los compañeros que tienes, a los que están y a los que no han podido compartir ésta aventura  por diferentes razones, pero que forman parte de BTT Xálima y que sin duda ayudarán a alcanzar otras metas cuando alguno de los que estuvimos aquí faltemos.
El momento en el Chorro fue mágico, regresamos de nuevo al sendero borrachos de satisfacción, de alegría, con las endorfinas rebosantes y la boca salada, aunque el recuerdo de éste día siempre será de lo más dulce.








Vídeo de la Ruta:

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