Ya llega el buen tiempo, las vacaciones, los pequeños pueblos se visten de fiesta con la llegada de familiares y amigos que acuden cada año para romper la monotonía. La alegría se palpa en el ambiente con el rencuentro, con el bullicio de los chiquillos jugando en la calle, con las noches de baile en la verbena, las reuniones de vecinos sentados "al fresco", las cenas en las terrazas, los conciertos, los festejos, la algarabía y los eternos juegos....
El verano es una época aparentemente encantadora, hasta que aparecen los fuegos, que cambian lo vivo por muerto sembrando de horror los pueblos, tiñendo de negro los campos, enturbiando los limpios cielos, destrozando cuanto se antepone en su camino sin distinción ni miramiento, haciendo que todo nuestro entorno se resquebraje como el más frágil elemento.
Desde aquí pido JUSTICIA, aunque nadie lea mi texto, pido concienciación para aprender a valorar lo nuestro, para a salir al campo a disfrutar,sin tener que respirar polvo negro que sembró un enfermo, el mismo que por desgracia aún no murió en su propio incendio.
Luchemos todos contra ésta barbarie que está acechando a nuestros montes y lo que es peor... A LOS NUESTROS... bomberos que mueren, militares, paisanos víctimas del fuego, ancianos, niños, hombres y mujeres que tienen que abandonar sus casas y ser evacuados de sus pueblos, sin saber que se encontrarán al retornar a su hogar, a la cuna de sus recuerdos.
Deseo con todas mis ganas que las penas se endurezcan para que no haya escusas que justifiquen las llamas, para que el verano siga siendo verano, sinónimo de recreo y no de miedo, para que la riqueza de las zonas rurales sea un entorno verde, el pulmón que oxigene a los pueblos, que disfrutemos de la compañía de aquellos familiares y amigos que tenemos lejos, que no tengamos que ver helicópteros ni camiones de bomberos, que no lamentemos más muertes, que no lloremos lágrimas negras por culpa de los malnacidos que se esconden detrás de los fuegos.
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