Tengo dos "Rutinas": una, como costumbre o hábito adquirido; y la otra como ruta pequeña , ambas rutinas se unen y el primer día del año; tengo por rutina hacerme una rutina en bicicleta por las Hurdes, año a año voy modificando el trayecto y todo depende de la intensidad con que haya vivido la noche vieja.
Este año no iba a ser menos, y por suerte desperté temprano; con una niebla que caía sobre mí como una tupida manta, pero una temperatura de lo más agradable, salí de casa y no había nadie por la calle, Vegas de Coria parecía una aldea desierta y pocas eran las chimeneas que humeaban esta mañana, sin prisas y recreándome en el escaso paisaje que permitía la espesa niebla, comencé a pedalear lentamente alejándome del pueblo dirección a Arrolobos.
El rocío de la mañana y algunas curiosidades de forma singular,me invitaban a detenerme y a sacar mi cámara de fotos, sin darme cuenta la niebla se iba disipando y en el horizonte se empezaban a asomar las primeras montañas, todo auguraba a que el refrán: "Mañanitas de niebla, tardes de paseo" se cumpliría.
Comenzar el año pedaleando es una terapia que me purifica, adentrarme en mis propios pensamientos y hacer un pequeño balance de las cosas que me han ido sucediendo a lo largo del año, me ayuda a ordenar un poquito más mis ideas, a reflexionar sobre los fallos y a centrarme en los nuevos propósitos tan habituales en estas fechas.
Lo que más me atrajo de esta ruta fue la soledad, el silencio, el no encontrarme con nadie desde Vegas de Coria hasta el Meandro de Riomalo, el mundo parecía dormido en una mañana que se tornaba reluciente y llena de luz, con el sol abriéndose camino entre la niebla que desaparecía lentamente como si fuera humo.
La soledad es tan bella como la compañía, tan necesaria y tan especial, sabiendo dedicarle el tiempo necesario a cada una, creo que más o menos se puede llegar a ser feliz, pero sin duda solo o acompañado, una de las cosas que más disfruto en esta vida es salir al campo en bicicleta.
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